Caída.
Frente al portentoso mar,
me depositan con un gran reloj de arena.
Un parpadeo
y dentro del reloj estoy,
otro parpadeo
y me acabo de hundir.
El reloj está a punto de partir,
y algo me avisa que me tengo que lanzar.-
Pero si no sé nadar!
No importa, que te lleve la mar!
Llego a la superficie sin tocar,
a esta adorada agua de este pacífico mar.
Desciendo poco a poco,
esfumándose el sonido del choque con las piedras,
esfumándose el sonido de las aves,
esfumándose el sonido de tus suspiros.
Y ya bajo el agua, no puedo sentir tu olor,
grito y apuñalo a esta agua,
la maldigo y la escupo,
sigo descendiendo
y el aire conteniendo.
Los ojos abiertos atentos al callejón sin salida,
de espaldas sigo cayendo,
mirando al cada vez, más pequeño sol,
veo sombras, las nubes se despiden de mí.
Sigo apuñalando a la íntima alma,
de este mar, que me consume
me nubla me hiere me expulsa me arrebata
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