Escuchaba Chan Chan de los cubanos buena vista social club y pensaba en mulatas con olor a caña de azúcar y vestidos de lino. Pensaba que vivía en un apartamento pintado de blanca cal y que saboreaba el calor y amargo sabor de un cigarro popular, estirado en su cama, mirando el ventilador que giraba sin detenerse.
(todo eso pensaba)
Y deseaba a esas mulatas sabrosonas (eso era lo peor), las deseaba tanto que se contorsionaba sobre su cama húmeda y solitaria en Santigo de Chile, con la ventana abierta, escuchando el regaeeton de los vecinos, el sonido ordinario de las tarjetas navideñas y muchos sonidos propios de la urbanidad.
Entonces, chan chan sonaba y el imaginaba a una mulata desvistiéndose frente a él, pero su cuarto no tenía nada de ambiente tropical, entonces, prendió su tele de catorce pulgadas, arrumbó toda la ropa en una esquina, sacudió un poco el polvo y cerró los closet y llevó los 4 platos sucios, 6 vasos y colillas de cigarro a la cocina y el basurero respectivamente; la pieza de 4x4 quedó mas ordenada.
Se sacó la polera en el aún frío mes de Agosto, simulando estar en verdes mares cubanos y no en estos azules llenos de plancton chilensis, bailaba ahora;
Dos gardenias para tí, con ellas quiero decir… te quiero, te adoro.
Pero bailaba con la única escoba que tenía, bailaba con tanta pasión que debía desbordar de hormonas aquel hombre besando extensamente sus hombros. Cerró las cortinas, para que nadie lo viera y continuó con su fiesta privada.
Rosaba la escoba, con su pene que se endurecía poco a poco. El imaginaba que la mulata estaba ya completamente desnuda, sobre su cuerpo, besando sus hombros, su cuello, sus mejillas, sus labios y su pecho.
Mientras que la escoba, permanecía igual que antes, pero mas manoseada por el pene que ya no daba más de excitado, entonces aquel hombre se desnudó y liberó del cautiverio a su pene gordo, ardiente y suave (se dejó caer sobre la cama, como si lo hubiesen lanzado) y comenzó a masturbarse lentamente.
Entonces, la mulata, cabalgaba sobre el blanco chileno, gimiendo despacito y jugando con los pelitos del chileno, mientras que este saboreaba sus pezones, recorría sus pies, apretaba sus pantorrillas, jugaba en las rodillas y disfruta la extensa dimensión de sus muslos, guatita, axilas semi depiladas, yemas de los dedos y aliento sabor a ron.
Entonces, la escoba, se quebró.
Corrió a su closet, tomó un condón de los baratos que tenía, especialmente comprados, para aquellas fiestas y momentos propios, donde se hacía el amor él mismo.
Abrió el envoltorio, saboreó el sabor de la vaselina, se excitó aún más y puso el condón en dos segundos con una técnica perfecta. Se lazó como a una piscina, a la cama y puso mucha crema sobre sus manos, lubricando aún más toda la zona y con suavidad y a veces brutalidad se masturbó durante medía hora.
La mulata ahora estaba boca a bajo y éste la tomaba desde la cintura y penetraba lentamente su ano, provocando un dolor placentero que hizo sufrir por cuarta vez un orgasmo bien shileno.
Un gemido tan tierno y consolador, resonó en la pieza, que el tipo, retiró el preservativo, se acostó en una posición fetal, se acarició el pelo y lloró durante algunos minutos, mientras que la multa cobró algunos pesos y se fue sin despedir al hombre blanco. Este chileno, lloró sobre su pene, sobre su penumbra y los cubanos putos y timadores. Agradecido del placer, durmió, por fin…